La Revolución Esmeralda - Capítulo 2: Una cita un poco chocante
Las cosas iban bien por Tomobiki: estaba nublado, hacía un fresquito muy rico y las tías buenas habían desaparecido de las calles para huir de él. Y más ahora que había logrado entrar en la Universidad a la primera tras un gran esfuerzo. Iba el tío como un toro empalmado, y la voz había corrido entre las hembras.
Así que Ataru hizo de tripas corazón (o eso pensaba a nivel consciente) y le pidió a Lamu (quien también había logrado su plaza sin bajarse del autocar... Bueno, de la nave, del platillo, del 'parato o de lo que sea) que saliera con él.
Ella estaba encantada y se puso guapísima para la cita con su cariñín. Estaban los dos paseando por una transitada avenida, y los hombres miraban a Ataru con una mezcla de incredulidad y envidia, mientras alguna chica miraba aliviada por la ventana. En un momento dado, Lamu se paró en una tienda de trajes de novia, mirando los modelitos y comentando que ese le estaría muy bien para el día en que se casaran y tal. Ataru estaba en su mundo. Tuvo que mover los muslos constantemente porque imaginarse a Lamu con esos vestidos le estaba poniendo a cien (su inconsciente lo estaba traicionando). El bulto crecía y crecía, y así fue como Ataru descubrió su fetichismo por los trajes de novia.
Cuando Lamu acabó de mirar, y siguieron paseando hacia una chocolatería próxima (y es que Ataru y Lamu odiaban el café. Era una de las pocas cosas en que concidían) ni el uno ni el otro se dieron cuenta de que iban de la mano. Bueno, ella sí, pero disimulaba pero esperaba que su cariñín no se diera cuenta. En ese momento ignoraba que este hecho cambiaría la vida de los dos.
Paseaban por la zona de negocios de la ciudad, cerca de su destino, cuando Lamu sintió que algo no iba bien, que en el ambiente había algo ominoso. Entonces, instintivamente, miró arriba y a la izquierda. Desde un piso vio un destello. El presentimiento la llevó de pronto a decir:
- CARIÑÍN, SALTA, POR LO QUE MÁS QUIERAS!
Ataru tenía una conexión mental muy especial con Lamu, y ese tono entre imperativo e implorante le llevó a pensar que algo iba mal. Saltó hacia arriba mientras Lamu se elevaba y tomaba una postura acrobática en el aire. Ataru sintió de pronto un fuerte golpe en un pie cuando estaba más o menos a la altura de su cabeza. Lamu lanzó un rayo fortísimo hacia la ventana de donde venía el destello. Una figura se retorció adelante y atrás y sin que nadie puediera hacer nada, la aturdida figura se volvió a precipitar hacia delante y cayó al vacío. Se oyó un grito,
un golpe seco, y la sangre del cuerpo reventado pringó a varios peatones. Era el cuerpo de un hombre de apariencia latina. En sus manos aguantaba un rifle de francotirador de alta precisión, con el cañón aún humeante y el olor a pólvora aún fuerte. La empleada de limpieza del edificio gritó que estaba harta de que echaran basura por la ventana, otra señora se quejaba de que no deberían dejar fumar puros de esos que se llaman Señoritas en la vía pública y un tipo se lanzó a sodomizar el cadáver, pero fue parado por varios transeúntes.
Lamu aterrizó, horrorizada. Había matado a ese hombre o acaso se había tirado? Había lanzado shocks más fuertes al mismo Ataru, y simplemente se había quedado en plan carbonilla de tebeo de la editorial Bruguera. Con Mendo, tres cuartos de lo mismo... Pero entonces oyó una voz ahogada que conocía muy bien haciendo algo así como:
- Fffffffffjjjjjjjjjjjtsssssshhhhhhhhuuuuuuuuuuhhhhhhhh.
Ataru estaba estirado en el suelo, sin apenas moverse, con el ceño con una expresión idefinible, aunque se retorcía de tanto en cuando, intentando
mirarse el pie izquierdo. Lamu miró, se olvidó del fiambre que tenía a metro y medio y pegó un grito. La zapatilla izquierda de Ataru, de color gris claro, estaba casi teñida de sangre. Un agujero casi limpio le atravesaba la carne.
- CARIÑÍN! CARIÑÍN!
Lamu gritaba, pero Ataru, presa del dolor, no respondía. Alguna que otra mosca se aceracaba a la herida. Lamu simplemente hizo lo que creía conveniente.
Se cargó a Ataru a sus espaldas y voló. Voló lo más rápido que pudo hacia donde lo pudieran atender. Pero no sería en un hospital, al menos de momento.
Apretó lo que parecía una pulsera. El dispositivo lanzó dos pitidos y a toda velocidad, una inmensa sombra bajó desde los puntos más altos de la atmosfera.
Su nave. Lamu se metió dentro y tras atravesar un par de pasillos accedió a una estancia donde había una especie de cápsula. Ataru había perdido el conocimiento,
y Lamu, con una mezcla de preocupación extrema y placer sexual disimulado, lo desnudó y lo puso en la cápsula. Acto seguido se autoshockeó, quemó toda su ropa y se introdució dentro de la cápsula. Le puso una máscara de oxígeno a Ataru y se puso otra a ella misma. Luego pulsó un botón. La cápsula se cerró herméticamente
y se empezó a llenar de un líquido tibio.
- "A ver si la tecnología que le compró papá al Freezer ese funciona..."-, pensó Lamu antes de cerrar los ojos y abrazarse con fuerza a Ataru. Al cabo de unos minutos, había una mancha blanca rompiendo la armonía del conjunto que formaba esa joven pareja abrazada en el líquido. La mascarilla de oxígeno de Ataru lanzó un rayo de burbujas mientras su rostro adoptaba una expresión de alivio y paz absoluta.
CONTINUARÁ. Aquí no hay pulgas trapezoidales, eh! Eso es en el otro fanfic.
5 comentarios
Muramasa -
scaramanga -
Muramasa -
scaramanga -
Muramasa -
"introdució": WTF!!!
Aún no he conseguido relacionar la primera parte con la segunda...